Menuda tragedia ha ocurrido en Tordesillas,
en el Toro de la Vega Live 2012; no sé si ustedes se habrán enterado. Resulta
que el toro Volante ―que ése era su
nombre y no su don, que ya lo hubiera querido, el pobre― ha muerto en
circunstancias irregulares, por lo que las autoridades han declarado nulo el
lanceo por incumplimiento de las normas. Supongo que dichas autoridades se
referirán a las normas que rigen el Manual del Cabronazo Pluscuamperfecto, que
es lo que hay que ser para matar a un animal de esa manera tan asquerosa y tan
cruel.
Lo han declarado nulo; y claro, me temo que
tal nulidad no será de carácter retroactivo, por lo que el tal Volante va directo con el amigo Félix y
la Osa Mayor, por muy nulo que haya sido el crimen. Sí, crimen. Para mí, aunque
la ley no lo condene (de momento) eso es un crimen en toda regla además de una
fiesta de catetos boiniformes que no se merecen otra cosa más que un buen
chorro de agua a presión para que se disuelvan rapidito y a la fresquita.
Tradición, lo llama algún que otro
periodicucho. ¿Y qué más da el nombre? Muy bien, pues tradición. Y es que en
España siempre ha habido tradiciones muy cabronas. Con lo bonito que sería que
jinetes y lanceros de a pie se enzarzaran en una preciosa lucha en igualdad de
armas, toma que toma, demostrando admirablemente su valor y gallardía en el
arte de recibir agujeros hechos por el hombre y no por dios; y el pueblo temblando de gusto ante la certeza de
que, pase lo que pase, el que caiga va a
ser un mamarracho. Al otro día entierro y fuegos artificiales venidos de la
China, como todo. Botijos de licor para la digestión del cocido y la Banda
Municipal maltratando a los animales que se guían por el oído porque van
ciegos.
Una pena lo de la nulidad; entiendo que parte
de Tordesillas esté sumergida en el llanto. Qué lástima de trajes de pana
planchados para esto, para que el toro se muera ¡de forma nula! Veinte minutos
duró la cosa. Un poco más y lo mata el tabaco.
Tordesillas. Donde una vez se hizo el reparto
del mundo. Y donde una vez al año se prorratea la inmundicia. Luego nos echamos
las manos a la cabeza porque llegarán casinos venideros enlujuriando a la gente que no tiene palalú; mientras esta bazofia de fiesta sigue impregnándonos de
mierda a todos los españoles. O peor
aún, fabrica tópicos inseparables que, para más inri, son aliñados por todos
los soplapollas que van al mundial de basket disfrazados de toreros, y que se
traduce en que todos nosotros somos eso. Somos esa risa borracha con ropa de brillos que mata a los toros a
lanzazos.
O sea, Las Vegas y sus putas, no; en singular
y sus hijos, sí. En fin, de una manera o de otra, este país no dejará de ser un
reclamo para los bajos instintos. Y yo que pensaba que la Merkel iba a traer a
España la matriz de Audi.
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