domingo, 29 de julio de 2012

volviendo de Irak a las seis en punto


Los expresidente, consejeros de estado vitalicios

Es como si alguien creyera que dos actores, tras darse calor en el lomo y tras el corten del jefe, siguieran odiándose a muerte; o que los de Pimpinela se siguen escupiendo cuando termina la Comunión o el bautizo de turno; o que los de Sálvame no se toman juntos la cervecita después de haberse nombrado a las sendas madres.

Parece bastante ilógico pensar que aún exista algún alma inocente que sea capaz de digerir ese tipo de teatrillo, ¿verdad? Pues los hay. Y muchos. Y podemos englobarlos a todos bajo la denominación de afiliados a partidos políticos.
Poseedores ellos de tal fidelidad y compromiso, que son capaces de desheredar a su nasciturus si éste sale en la eco con una postura políticamente incorrecta y dando señas de que militará en las juventudes contrarias; ya se sabe, cría cuervos y toda la pesca. Y ¿por qué? Pues porque creen que entre una formación política y otra hay auténticas discrepancias, diferencias, divergencias, disconformidades, discordancias, disonancias, etcétera.

Pues un carajo. Milites donde milites, militas en el mismo sitio. Curioso verbo, por cierto. Militar. Que a diferencia de los políticos, es lo que parece. Militar viene de servir en la guerra; y servir ―donde sea― supone estar al servicio de, lo mires por donde lo mires. Y no hay definición más ajustada para lo que está pasando en España con los partidos políticos y sus afiliados. Que aquéllos, en vez de servir, viven para ser servidos

Supongo que podría realizar el enésimo intento de demostrar qué clase de indeseables ―salvo honrosas y escasas excepciones― tenemos en las instituciones, poniendo aquí el también enésimo enlace donde un político dice justo lo contrario de lo que luego hace. «Cuéntame algo que no sepa», diría el lector justo antes de pulsar el aspa de arriba a la derecha; y con razón.

En vez de eso, voy a poner algo que me resulta más curioso. Mentir ya sabemos que mienten; pero, ¿quizá sea fruto del desgaste del poder?, ¿tal vez lleguen a la silla con buenas intenciones y luego el mundo los hace así?, ¿será el agua de la Moncloa? Es posible que un bebé presidente llegue con las mejores intenciones del mundo ―la paz mundial, salvar al oso pardo e incluso rescatar el discman―, pero he aquí un ejemplo de que esas bondades no son incompatibles con el buen mangar, tan característico éste último de quienes se crían y maman del bello arte de hacerse parásito institucional.

Real Decreto 449/2005 que desarrolla la LO 3/2004 de 28 de diciembre. ¿Se acuerdan del año 2004? Era el que vino justo después del año del no a la guerra y de las promesas de que las tropas volverán en cuanto yo llegue al poder; cuando las crisis lo era sólo de conciencia. Pues el joven cejilargo cumplió, las cosas como son; se trajo a las tropas del desierto a las primeras de  cambio, metiéndosela doblada a su predecesor, malo más que malo.

 Fue lo primero que hizo. Pero…¿qué fue lo segundo? Pues lo segundo fue fraguar la mencionada Ley orgánica que modifica el Consejo de Estado, que  es el órgano consultivo que decide si tal o cual soplapollez política es realizable o no. Posteriormente, esta Ley orgánica está desarrollada por reglamento gubernamental. Dicho reglamento ―RD 449/2005― establece, entre otras cosas pero básicamente, lo siguiente:
« Artículo 35.-
2. Quienes hayan desempeñado el cargo de Presidente del Gobierno adquirirán la condición de Consejeros natos de Estado con carácter vitalicio […]
3. El estatuto personal y económico de los Consejeros natos con carácter vitalicio será el de los Consejeros permanentes, sin perjuicio del que les corresponda como ex Presidentes del Gobierno ».

Trascendental para la humanidad, ¿a que sí? No creo que hagan falta traducciones. El buen señor, nada más llegar al Gobierno, se pone un sueldo vitalicio ―para él y para sus homólogos venidos y por venir― que se suma al que ya tienen los expresidentes por haber sido lo que fueron. No es que perdamos un hijo, es que ganamos un  yerno.

Es una de las ventajas que tiene el poseer la potestad de dictar normas buscando el interés general. “Estos sociatas”, dirá algún lector ávido de meter caña. Y antes de que se vaya al bar a echar cosas en cara, que piense que el presidente nuevo puede perfectamente dejar sin efecto ese Real Decreto, precisamente, sacando un clavo con otro. Pero me temo que, antes que eso, es capaz de volver a traerse a las tropas de Irak. Las veces que haga falta.

¿Qué esperaban? Una cosa es que nos lleven de la mano y hasta, a veces, se dejen ver con nosotros; y otra muy distinta es que lo hagan gratis. ¡Vamos, hombre! ¿O acaso el trauma de soportarnos no es vitalicio?

Ellos son  lo que son, sin más. Y nosotros, como ciudadanos, somos algo más. También  somos lo que somos; pero, además, somos lo que dejamos que ocurra.

Así que cuando le llamen para invitarle a que asista usted al miting o para pedirle su cuenta de correo o para decirle que sube la cuota, acuérdese del Real Decreto donde se establece la tabla con las cantidades exactas de mierda que debe tragarse mientras espera de pie a que le llegue el día.

De pie no sólo muere el rebelde, oiga; también lo hace el que no puede sentarse de tanto que le han dado por justo a las seis en punto. Cambio y corto.