Después de pasado el tornado de la vieja la
brocha, se necesitan urgentemente restauradores que sean capaces de
maravillarnos reconstruyéndoles la boca a cierta pandilla de golfos que se niegan
a abrirla en la Comisión parlamentaria andaluza; expresión máxima de la esencia
circense de la democracia en Andalucía.
Luego me cabreo cuando un carolingio de
mierda defiende lo suyo tirando lo nuestro; pero es que esta tierra se presta a
ello. Es muy fácil señalar hacia este lugar cuando están sucediendo este tipo de cosas; tanta muestra de falta
de decencia y de exigencia. Porque esperar que en España un político sea
decente quizá sea un acto extremista de inocencia; pero en Andalucía la cosa es
tan obscena que duele. Duele de verdad. No por ellos, que de ellos nada espero;
sino por nosotros, que somos lo que nos dejamos hacer. Estos son políticos digitales; ni siquiera han sido elegidos.
A ver si es verdad y en el juicio les caen
unos cuantos años a cada uno. Que dejen de reírse de nosotros.
Por favor, que vengan ya esos magos del óleo y
que los silencios se acaben o se paguen. Y que termine ya esta caricatura que
ni Berlanga se atrevería a enseñar por surrealista.
Si, por alguna extraña rareza, el amor propio
de la Justicia es más fuerte que el del pueblo.
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