Le ha faltado tiempo. Fernández Díaz,
Ministro de Interior Bruto, con un par. Lo normal sería realizar unas
declaraciones pidiendo prudencia y dejar
trabajar a la Justicia para esclarecer los hechos con respecto al caso
José y Ruth; transmitir sus mejores deseos a la familia de los niños en espera
de que todo se resuelva lo más pronto posible; y, por supuesto, dejar claro que se investigará toda presunta
negligencia relacionada con el caso. Punto. Ya habrá tiempo de matizar.
Pues no; el buen señor lo que decide dejar
bien claro es que no tiene intención de depurar responsabilidades, sin tener ni
puta idea de cuáles son ni hasta dónde llegan esas responsabilidades; con lo
que demuestra empíricamente que para ser ministro no hacen falta más cualidades
que la de ser persona y mayor de edad, fisiológicamente hablando.
No ha sido difícil encontrar durante el día
de hoy declaraciones televisivas o radiadas de expertos diciendo que a un
profesional de la antropología forense no se le pueden escapar ese tipo de
detalles, ¡sutiles!, que distinguen a un niño de un ratón. Para un lego en la
materia, como yo, quizá sea muy fácil criticar la falta de pericia que hace
falta para semejante confusión. Por lo visto, también es muy fácil hacerlo para
un experto, que lo critica de la misma
manera que yo. No hay explicación. Es decir, no encuentran una explicación razonable,
metodológica si se quiere, por la que un perito antropólogo sea capaz de errar
de esa manera.
Ni siquiera el perro policía que les huele el
culo a los que se bajan de los ferrys ha dejado de sentir cierto estupor por la
chapuza; insisto, muchos no se lo explican. Antes dicen que son gogós de
puticlub que policías. Y sin embargo el señor Ministro no tiene intención de
buscar responsabilidades; lo cual viene a decir que allá la madre si quiere
denunciar al Estado, ella misma. Más o menos lo mismo que ha tenido que hacer
la mujer para averiguar qué le pasó a sus hijos, habida cuenta del trabajo
científico hecho por los miembros de una policía científica que pagamos todos,
y no el Ministro; al que también pagamos nosotros, por cierto.
Es más que probable que en otro lugar, quizá
en un país multicolor, estos científicos no iban a tocar más huesos que los
de aceituna de las mesas que tendrían
que ponerse a servir cuando se les acabara la prestación. Aquí no se hace ni el
amago, por supuesto.
Parece que se confirma algo que se venía
intuyendo desde hace ya mucho tiempo. Que este país no tiene fondo. Excepto en
las arcas, claro. Ahí se ven más calvas que en un mitin neonazi.
Y es que no hay nada más tímido y escurridizo
que el orgullo que se siente en la Eurocopas y los Mundiales.
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