martes, 28 de agosto de 2012

Policía ¿científica? (II)


policía científica huesos
Le ha faltado tiempo. Fernández Díaz, Ministro de Interior Bruto, con un par. Lo normal sería realizar unas declaraciones pidiendo prudencia y dejar  trabajar a la Justicia para esclarecer los hechos con respecto al caso José y Ruth; transmitir sus mejores deseos a la familia de los niños en espera de que todo se resuelva lo más pronto posible; y, por supuesto, dejar  claro que se investigará toda presunta negligencia relacionada con el caso. Punto. Ya habrá tiempo de matizar.

Pues no; el buen señor lo que decide dejar bien claro es que no tiene intención de depurar responsabilidades, sin tener ni puta idea de cuáles son ni hasta dónde llegan esas responsabilidades; con lo que demuestra empíricamente que para ser ministro no hacen falta más cualidades que la de ser persona y mayor de edad, fisiológicamente hablando.

No ha sido difícil encontrar durante el día de hoy declaraciones televisivas o radiadas de expertos diciendo que a un profesional de la antropología forense no se le pueden escapar ese tipo de detalles, ¡sutiles!, que distinguen a un niño de un ratón. Para un lego en la materia, como yo, quizá sea muy fácil criticar la falta de pericia que hace falta para semejante confusión. Por lo visto, también es muy fácil hacerlo para un  experto, que lo critica de la misma manera que yo. No hay explicación. Es decir, no encuentran una explicación razonable, metodológica si se quiere, por la que un perito antropólogo sea capaz de errar de esa manera.

Ni siquiera el perro policía que les huele el culo a los que se bajan de los ferrys ha dejado de sentir cierto estupor por la chapuza; insisto, muchos no se lo explican. Antes dicen que son gogós de puticlub que policías. Y sin embargo el señor Ministro no tiene intención de buscar responsabilidades; lo cual viene a decir que allá la madre si quiere denunciar al Estado, ella misma. Más o menos lo mismo que ha tenido que hacer la mujer para averiguar qué le pasó a sus hijos, habida cuenta del trabajo científico hecho por los miembros de una policía científica que pagamos todos, y no el Ministro; al que también pagamos nosotros, por cierto.

Es más que probable que en otro lugar, quizá en un país multicolor, estos científicos no iban a tocar más huesos que los de  aceituna de las mesas que tendrían que ponerse a servir cuando se les acabara la prestación. Aquí no se hace ni el amago, por supuesto.

Parece que se confirma algo que se venía intuyendo desde hace ya mucho tiempo. Que este país no tiene fondo. Excepto en las arcas, claro. Ahí se ven más calvas que en un mitin neonazi.

Y es que no hay nada más tímido y escurridizo que el orgullo que se siente en la Eurocopas y los Mundiales.

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